Cuando el abogado de la parte contraria MIENTE.

 

Carta abierta a D. Carlos Carnicer, Presidente del Consejo General de la Abogacía

 

Estamos asistiendo en los últimos años, a un declive y degradación moral en el ejercicio de la abogacía, especialmente en la jurisdicción de familia, que afecta de forma cardinal a ese ejercicio, que como dicen las normas deontológicas, debe ir encaminado al servicio de la Sociedad y a la búsqueda de la Justicia.

 

Las denuncias falsas, las perversas estrategias procesales, la mentira y el insulto, han colonizado los escritos de nuestros abogados, y más aún desde que las políticas de género han conseguido criminalizar la vida cotidiana de los españoles y encontrado fértil abono en esta profesión. Por un precio, en ocasiones tan miserable como el del turno de oficio, se puede llevar a un hombre a la cárcel, a unos hijos a la miseria y a cónyuge que se siente ganador a ser presa de su conciencia si todavía le queda.

 

Cuando estas afirmaciones se vierten sobre un colectivo, -en este caso el de los abogados-, no faltan voces en advertir que la generalización no es apropiada, que no todos somos iguales, que en todos los grupos hay quien transgrede la ley y la moral, a lo cual nada podría objetarse. Pero algo hay que me hace insistir en que estamos asistiendo a un declive y degradación moral en el ejercicio de la abogacía, esto es, la complicidad del resto de compañeros, que ante una flagrante extralimitación del derecho a la defensa, se apuestan en contumaz empeño, a que se desista del inicio de acciones legales contra un “compañero”.

 

No he asistido a un argumento más convincente ante un abogado, que proponerle, ante una falsa denuncia de abuso sexual, el inicio de acciones legales contra otro abogado. Aparece de forma súbita, casi pauliana, un sentimiento de clase, de fuerte cohesión y empatía, de pertenencia a un grupo que roza lo sectario. Cuando tal propuesta se pone encima de la mesa (iniciar acciones legales contra ese letrado), el cliente se difumina, se va diluyendo como un cuadro impresionista, a la par que el abogado contrario florece, se ennoblece, iluminándose la voz del que dice: “esto no se hace entre compañeros...” “haremos un nuevo escrito” “propondremos prueba”.

 

Desde Amnistía Infantil, esta disfunción que afecta a derechos fundamentales, debe ser atajada de forma inmediata y contundente, puesta en conocimiento del Decano del Colegio de Abogados correspondiente y si la mediación colegial se muestra infructuosa, deberá iniciarse la vía penal contra el letrado mendaz por nuestro equipo de abogados libres.

 

A estos efectos iniciamos un primer asunto del que daremos cumplida información.

 

 

Madrid, 23 de octubre de 2006

Manuel Oliete, Secretario de Amnistía Infantil